viernes, 16 de diciembre de 2011

David y Goliat


“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; más yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos…”, 1 Samuel 17:45.

El pueblo de Israel bajo el reinado de Saúl estaba en guerra con los filisteos, quienes hostigaban y provocaban, y aun invadían continuamente el territorio nacional. En esta vez los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra e invadieron el territorio de Judá y ocuparon un monte.
 
El rey Saúl y sus hombres acamparon en otro monte, al frente, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos, ambos ejércitos estaban en vigilancia. Salió entonces del campamento de los filisteos un gigante llamado Goliat, que tenía cerca de diez pies de estatura, bien armado y bien protegido desde la cabeza hasta los pies; se paró en medio del campo y comenzó a insultar, ridiculizar y a provocar a Israel, y decía: “¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo” (1 Samuel 17:8-11).

Amados, se turbaron y tuvieron gran miedo porque todos estaban en desobediencia, y habían deshonrando a Dios. La desobediencia y el pecado traen confusión, miedo y reproche. Había un Saúl que casi era tan alto y corpulento como Goliat. Había en el ejército de Saúl grandes generales que en el pasado se habían distinguido en la defensa del país. Había capaces teorizantes, hábiles y diplomáticos. Había grandes potentados y astutos políticos, pero todos se zurraban de miedo como asustadas palomitas ante las vociferaciones, insultos, amenazas e insolencias del indecoroso Goliat.

Amigos míos, y estos insultos y provocaciones de Goliat no fueron solo una vez, o un día que amaneciera malhumorado, esto lo hizo tres veces al día por cuarenta días, ciento veinte veces, y ese montón de hombres desobedientes y caídos de la gracia de Dios, cobardes, no se atrevían a salir al frente, a lo mejor se pasaban en conferencias, en conciliábulos, en componendas, etc. Considerando no el agravio que hacia Goliat, sino las preventas y ventajas que ofrecía Saúl a quien saliera a pelear y vencer al gigante, todos ellos estaban descarriados y derrotados, no por Goliat, sino por sus propias conciencias torcidas, Dios nunca se ha visto obligado al descarrío aunque los descarriados sean los muchos y los poderosos, todos los muchos estaban llenos de miedo por causa de su pecado, dice la Biblia: “Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre, huían de su presencia, y tenían gran temor” (1 Samuel 17:24).

Pero amados, Dios tenía en sus reservas uno que era un poco más que un adolescente, desde luego nada contaba para ellos, un pastor de ovejas, un muchacho de mandado, uno que nunca había tomado un arma en su mano, que no tenía edad militar, que, por lo mismo, fue duramente reprendido por sus propios hermanos porque había expresado su determinación de salir y pelear contra aquel filisteo incircunciso. El propio Saúl le dijo: “No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud” (1 Samuel 17:33). A lo que respondió David: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, Él también me librará de las manos de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo” (1 Samuel 17:37).

Saúl vistió a David con sus ropas, y le puso su coraza y armadura, pero David dijo: “Yo no puedo andar con esto” (1 Samuel 17:39). “Y David echó de sí aquellas cosas. Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo. Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho… Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo” (1 Samuel 17:39-44).

“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y Él os entregará en nuestras manos. Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra… Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron” (1 Samuel 17:45-51).

Amigos míos, hoy también se levanta en el mundo un tremendo gigante que sigue creciendo y creciendo y que amenaza con arruinar todo, es el horrible gigante del pecado con sus muchos escuderos, sus viejos escuderos que no se han jubilado, y muchos nuevos escuderos de la nueva ola:

El escudero del divorcio y del re-casamiento. El solapado escudero del adulterio y la fornicación, engalanado y glorificado en las pantallas del teatro y de la televisión. El insolente y atrevido escudero de la inmoralidad que sale en bikini, en monokini y al desnudo. El aventurero escudero de la delincuencia juvenil que a algunos causa gracia, y es tan bien tratada por la sociedad. El grotesco escudero de las drogas, la heroína, los estupefacientes, que clava su lanza en el pobre y en el rico, en el obrero y en el profesor universitario. El hipócrita escudero de la coexistencia pacífica con el crimen, el terror y la violencia. El traidor y criminal escudero del materialismo ateo que niega la fe. El sangriento escudero de la guerra y las revoluciones con sus armas nucleares y con su insaciable sed de sangre. El veloz escudero de los vuelos espaciales con fines de exterminios. El peludo y desgreñado escudero de una juventud rebelde y libertina.

Amigos míos, el cuadro es desolador, el gigante del pecado con su horrible séquito de inmundos y destructivos escuderos parecen quedarse con el campamento del mundo. Avanzan y parece que nadie le sale al encuentro, ante este avance del gigante del pecado al servicio de su amo Satanás, los reyes nada pueden hacer, los generales son impotentes, los políticos están turbados, los gobernantes alarmados, los educadores desconcertados, los sociólogos confundidos, los científicos entontecidos, los religiosos aletargados; todos secándose de temor, de miedo por el avance arrollador y destructivo del gigante del pecado sin poder hacer nada para impedirlo.

El Dr. Harold Hurei, una autoridad en la energía nuclear, dijo: “Nosotros los científicos somos las personas más atemorizadas del mundo”. Un alto prelado religioso dijo: “Nosotros como iglesia reconocemos que hemos fallado en dar al mundo lo que el mundo necesita”.

Pero amigos míos, también hoy día Dios tiene su David, este David le está dando batalla recia al gigante del pecado y lo está venciendo y decapitando en muchas vidas, este David es la manada pequeña del Señor, es el grupo de cristianos fieles que se guardan en limpieza, en santidad, que no contemporizan ni transigen con el pecado, que por su consagración y obediencia al Señor y a su Palabra no le teme a nada ni a nadie, predica sin temor ni favor, que con todo valor marcha adelante a enfrentarse al gigante del pecado no con vanas filosofías, ni con la armadura y fuerza de la carne, ni con un mal entendido ecumenismo, sino con las piedras lisas de la Palabra de Dios y la honda del Espíritu Santo. Y Goliat está siendo decapitado en muchas vidas, por la acción, el valor y el ministerio aguerrido y consagrado de estos desconocidos David que no son reconocidos ni mencionados, y son hasta menospreciados en los altos círculos eclesiásticos, pero que son los que le están dando dura batalla al Goliat del pecado.

Esta es una guerra espiritual y las armas de esta milicia no son carnales, sino espirituales, pues no es con ejército ni con fuerza, mas con mi Espíritu ha dicho el Señor, porque ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con poder y demostración del Espíritu Santo. Las armas de la Iglesia son el poder glorioso del Espíritu Santo y los Dones milagrosos del Espíritu Santo.

Amigos míos y es el humilde David de los verdaderos cristianos que está derrotando a Goliat y mientras los grandes no se arrepientan delante de Dios, seguirán siendo derrotados por Satanás y grande será su ruina.

Amados, sigamos enfrentándonos y venciendo al pecado, al desorden moral, al pecado en todas sus manifestaciones con las palabras de David: “Yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos y la victoria será siempre nuestra”.

Amado lector, ¿deseas ahora que el gigante del pecado y del vicio que te esclaviza y te destruye sea decapitado en tu vida por nuestro David, el Señor Jesucristo? Entonces, acéptale ahora mismo. Amén.

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