miércoles, 23 de noviembre de 2011

Responsabilidad de mi cristianismo


Rev. Álvaro Garavito
“Acuérdate de engrandecer su obra”, acuérdate porque a muchas personas se les olvida que hay que engrandecer la Obra de Dios

“Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres. Los hombres todos la ven; la mira el hombre de lejos”, Job 36: 24-25.
 
Somos llamados por el Señor a responder por las cosas que Él ha puesto en nuestras manos. En su gracia y misericordia nos constituyó administradores de sus bienes, de los talentos que nos ha dado, de las habilidades espirituales que nos ha concedido, y un día nos vamos a reunir con Dios y vamos a entregar cuentas de lo que Él nos dio. Nos hemos acostumbrado a usar una terminología hasta peligrosa, porque siempre hablamos: “Este es mi carro”, “esta es mi casa”; y en realidad yo no tengo un carro, más bien yo administro un carro; yo no tengo casa, administro una casa, si fuera mía, el día que me vaya de la tierra me la tendrían que meter en el cajón, pero no cabe porque nada trajimos a este mundo y sin duda, nada podemos llevar. Entonces nada tenemos, como Job dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá (latierra)”, Job 1:21.



El alma va a Dios y el cuerpo se hará polvo y volverá al polvo de donde fue tomado y eso es todo. Pero hay muchas cosas que poseemos, que tenemos y que el Señor nos ha constituido administradores de esas cosas y nos va a pedir cuentas, y unas de las cosas más importantes que Él nos ha dado, es la administración de su obra, dada a cada uno de los pastores, dice la Palabra, que cuando venga “el Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5:4), vendrá a pagarle a cada uno y a pedirle cuentas de la congregación, por pequeña que fuera tendrá que dar cuenta de ellos. Jesús le dijo al Padre: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese”, Juan 17:12.
 
El Señor Jesús tenía una responsabilidad poderosa y profunda por la Obra, como también debe haber en nosotros, independientemente de los intereses personales, humanos y pasajeros. El Señor dice a través de esta palabra: “Acuérdate de engrandecer su obra”, acuérdate porque a muchas personas se les olvida que hay que engrandecer la obra de Dios, y el Señor dice: “Acuérdese, no se olvide, no se engrandezca, no mire por sus intereses; acuérdate de la obra de Dios”. Hay creyentes que al Señor le dan lo último o no le dan nada, pero para muchos lo primero son ellos. Hay gente que dice: “No puedo, no tengo tiempo”, en otras palabras “Dios no existe para mí”, pero el Señor dice: “Acuérdate de engrandecer su obra”, hay que poner interés de engrandecer la obra del Señor, todo lo que hacemos para el Señor debe ser grande en calidad y en estatura.



En el antiguo pacto cuando llevaban las ofrendas para presentarlos a Jehová, se escogía el mejor cordero del rebaño, el primogénito y no cualquier primogénito; para Dios hay que darle lo mejor, lo más importante y lo más grande. Su obra es grande, y aunque el local de culto sea un pedazo de tierra, vamos a procurar que el pedazo de lugar donde se va a adorar a Dios este bien arreglado, este bien limpio, que se note la preocupación del líder; es cierto que se tiene que comenzar con pedazos de bloques con tablas atravesadas, con sillas rotas y quebradas. Debe haber una preocupación en el corazón del líder que si le dieron un local alquilado todo sucio, todo manchado; haya la preocupación de cambiar ese color, de cambiar esa fachada, de cambiar esa imagen, porque allí se reúnen dos o tres para adorar al más grande.
 
El Rev. Luis M. Ortiz decía: “Vaya a un templo, y como vea el templo, entonces ya sabe quién es el pastor”, eso es cierto porque tenemos que acordarnos que hay gente que arregla muy bien su casa, muy bien la decora, mantiene una preocupación por arreglarla, pero la casa de Dios está hecha un desastre. Tiene que haber una preocupación en el líder, pero no solamente en el líder, porque aquí no dice: “Pastor acuérdate de engrandecer la obra de Dios”, es todo parejo, si ve que no sale del pastor echarle un galón de pintura a esas paredes chorreadas y manchadas. Usted que es miembro y es parte de la congregación, diga: “Pastor, permítame para comprar la pintura y como no puedo de día, voy a venir de noche a pintarla, pero yo quiero poner este lugar elegante porque aquí se congrega el pueblo de Dios”.
 Hay que acordarse de engrandecer. Hay locales, hay templos, que cuando se va a mirar es un nido de ratas, y un sonido terrible, y uno se pregunta ¿Qué se hace con las ofrendas? y se vuelve a preguntar ¿Qué se hizo con la venta de tamales, de empanadas para comprar el equipo de sonido? Se desapareció el dinero y la chatarra sigue sonando, el día que quiere y el día que no quiere no suena. Dios hará algo que la mente de muchos no puede concebir, que vendrán cosas grandes y maravillosas, pero que para eso hay que prepararse y lo primero que hay que preparar es el corazón.
 
Lo primero que David preparó fue el corazón, lo segundo que preparó con relación al engrandecimiento de la obra en sus tiempos fue lo financiero: el oro, plata, hierro, bronce, madera, y toda clase de piedras preciosas, y piedras de mármol en abundancia para hacer la casa de Dios. Y Dios vio ese interés tan tremendo que le dio los planos también, y cuando ya iba a emprender la jornada de engrandecer a Dios, con una casa extraordinariamente hermosa, valiosa como Dios se la merece, el Señor le dijo: “Tú no edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre” (1 Crónicas 28:3), “Salomón tu hijo, él edificará mi casa y mis atrios” (1 Crónicas 28:6). Eso no quiere decir que David no participó, él ya tenía allí muchas cosas depositadas, mucha inversión, porque él quería ver la obra de Dios engrandecida.
 
“Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres”, y esa expresión, “la cual contemplan los hombres”, se refiere a gente que no tiene nada que ver con la Obra de Dios; los hombres todo lo ven, la miran de lejos. Si hay una colecta para comprar equipos de sonido, o para agrandar el templo, o para realizar una campaña, ellos son lo que no participan. Todo lo miran de lejos, y de lejos no se puede observar la belleza, ni apreciar el valor de nada; se puede tener mucha hambre y pasar cerca de una panadería, pero de lejos sólo puede sentir el olor, pero el hambre continuará porque nada se puede hacer de lejos. La obra de Dios no se puede hacer de lejos, hay que hacerla de cerca. No miran las necesidades que hay dentro de la obra de Dios, no se dan cuenta, y alegan diciendo: “Yo no me he dado cuenta”, no se ha dado cuenta que las bancas están amarradas con lazos o alambres, que están quebradas, ¿Por qué no se ha dado cuenta? Porque no contemplan la obra de Dios, porque no sienten nada, porque si la contemplaran sentirían dirían: “hagamos algo, yo compro la primera banca, yo doy las primeras cinco sillas, vamos a cambiar lo que hay aquí”.



La obra de Dios hay que mirarla de cerca, porque estamos dentro de esta obra. He visto en muchos países y lugares por donde he andado, que el rótulo del templo es una miseria, lo escrito no se entiende, pero al lado hay una cantina que tiene un rótulo de tres metros de grande, luminoso y el rótulo del templo, un garrapiño que no se entiende que será, y el diablo, ¡Que el Señor lo reprenda! si le puso a su cantina un rótulo para decirle al borracho: “Pasa, aquí estoy; somos de los mismos”. Por todas partes se ven esos rótulos luminosos, pero cuando se trata del Señor, parece que a la persona no le importa que el nombre de Dios debe ser el más grande ¿Sabe por qué? Porque siempre se mira la obra de Dios de lejos, hay que engrandecer la obra de Dios, hay que preocuparse por poner cosas grandes que anuncien la obra.
 
En una ocasión, en cierto lugar, en ese entonces me delegaron para visitar a un pastor y a la Iglesia donde él estaba, y celebraban 25 años, casi no pudimos entrar porque se desató una lluvia, un granizado terrible, lo peor de todo es que adentro llovía más que afuera. El Señor me dio el mensaje basado en la viña de Israel, que el Señor esperaba uvas y las viñas dieron uvas silvestres, de monte. Empecé a predicar y el equipo de sonido era viejísimo, chirrioneaba, ya ni sonido tenía. Esperando a qué hora se desprendiera un pedazo de techo y nos matara ¿Qué están celebrando aquí? Me preguntaba, y aquí se estaba celebrando una derrota, esto estaba casi cayéndose, ¡Qué vergüenza! Que había hecho ese hombre en los 25 años, pero si era dueño de una tremenda finca. El Señor habló a través del profeta Amós, que la casa de Dios estaba en ruinas, abandonada, pero la casa de los miembros de esa Iglesia, eran casas artesonadas y la casa de Dios en ruinas, pareciera que Dios no reclamara nada pero Dios reclama. Dios es el dueño, nosotros somos administradores, simple servidores del dueño del cielo y de la tierra, y un día tendremos que dar cuentas a Él.
 
En Proverbios 27:18 leemos:“Quien cuida la higuera comerá su fruto, y el que mira por los intereses de su señor, tendrá honra”.Nadie puede ir a recoger fruto de una planta que no cuidó, no es solamente sembrarla, hay que cuidarla de los insectos, de las plagas, hay que echarle abono, hay que echarle tierra buena, hay que cercarla de los depredadores; el que la cuida comerá de su fruto. Asimismo, el que mira por los intereses de su Señor tendrá honra; si miramos por nuestros intereses nadie nos va a honrar. Hay que desinteresarse de las cosas terrenales, y si las tiene úselas para la gloria de Dios. Disfrute de la vida, en el marco y los parámetros de los santos, haga uso de sus derechos pero no ponga su corazón en eso, no ponga sus intereses. Muchos hombres se han ido a la tumba decepcionados porque se desesperaron, se desvelaron, ni comían, ni dormían por tener bien a su familia.
 
Por eso nuestros intereses deben ser el Señor y lo que respecta a su Obra. Contemplemos y luchemos por engrandecer su obra, por meter el corazón, la mano, la mente, el bolsillo, todo lo que podamos. El que mira por los intereses de su Señor tendrá honra si usted se preocupa, se desvela por el Señor, Él nos va a honrar, en su Palabra Dios dice: “Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 Samuel 2:30). Cuántas veces de rodillas en los altares le hemos dicho al Señor: “Señor, yo quiero hacer esto por ti, pero mire, no tengo ni un centavo, no tengo de dónde echar mano, no tengo nada”, pero al que ha honrado a Dios también el Señor les ha bendecido, nos ha dado tantas cosas porque hemos puesto los intereses del Señor por encima de nuestros propios intereses y Él se encargará de respaldar su Palabra, esa bendición nos va a alcanzar donde vayamos.
 
Somos administradores de lo que poseemos. “Ahora bien, se requiere de los administradores,  que cada uno sea hallado fiel”,1 Corintios 4:2. “Se requiere de los administradores”, y note que no involucra la congregación sino, “que cada uno”. En la congregación donde el Señor le permite congregar, ha habido alguna vez una preocupación de decirle al pastor: “Mire, yo quiero que levantemos esta pared” pero no vaya sólo a dar órdenes, diga: “Aquí está el cheque” o “pastor eso es una chatarra, véndalo, mande una grúa, pero aquí está mi ayuda para que esto mejore”; porque hay gente que da órdenes pero en seco, hablan y critican y murmuran, pero no hay acción.
 
Esa palabra “fiel” es profunda y muy amplia en nuestro idioma, significa que cumple sus compromisos, que es leal y honesto. Es importante notar algo cuando dice la Palabra que “se requiere de los administradores”, no dice: “Se requiere de los dueños”. Entendemos ahora que somos “administradores”, que no somos dueños de nada; en una empresa el gerente puede acceder a ciertas cosas pero está limitado, y el gerente podría decir: “Bueno, esto no lo puedo resolver yo, sino el dueño, yo tengo un límite, pero el dueño puede si quiere”. Dios es el dueño, así que nosotros estamos limitados en muchas cosas porque no somos dueños de nada, pero el dueño nos contrató, a unos a las nueve de la mañana y a otros a las tres de la tarde, y ya estamos ya en la última hora del contrato, nos contrató para servir y trabajar pero no somos dueños de nada, Él es el dueño de todo.
 
Como administradores tenemos que administrar el tiempo, no crea que tiene que salir a la calle a nadar o a vagar por ahí a rienda suelta, tiene que administrar bien el tiempo. No haga como muchos creyentes que en los centros comerciales están viendo vitrinas, viendo vestidos, corbatas, trajes, pero sólo viendo porque no llevan nada para comprar. Usted es administrador del tiempo y Dios nos va a pedir cuentas de ello. Cuántos jóvenes que en las mañanas duermen hasta las once del día, se levantan al mediodía y todavía a sentarse en un sillón a ver televisión vagando y cuando llega la hora de ir para el culto, les dicen a los padres:“No voy porque tengo muchos deberes” y el padre, cómplice de la pereza le dice: “Si hijito, quédese para que no pierda las clases en el colegio”. Dios le va a pedir cuenta del tiempo, de eso vamos a dar cuentas a Dios, “Se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel”.
 
En el Evangelio de San Mateo 25:14-30 leemos: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad… Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
 
Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
 
Note estas palabras que dijo el señor: “Siervo malo y negligente” (v. 26), “Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera” (v.30), bastaron tres cosas para mandarlo al infierno eterno. Busque un diccionario y mire que es ser malo, negligente e inútil y si le es aplicada esas tres definiciones, prepárese, porque si no cambia, al cielo no entrará. Dios no es Dios de muertos, de inútiles, de negligentes, de cobardes ni de siervos malos, Dios pagará a cada uno conforme a su obra y le dará mucho más de lo que hizo. Somos responsables de nuestro cristianismo, somos responsables de lo que Dios ha puesto en nuestras manos, somos responsables de engrandecer la obra de Dios, de no ser negligentes, de no ser inútiles. Hay gente que nunca hará nada por el Señor, y siempre se excusarán diciendo: “Yo no puedo, yo no sé, si el Señor quiere salvarme así me salva”, pues de seguro que no se salvarán. Si tiene el talento de cantar, de alabar, de evangelizar, de predicar, de orar, de buscar las almas, de limpiar el templo; son talentos que Dios le ha dado, si los entierra se va a perder por eso, ¡No habrá excusa!
 
En la parábola de los labradores malvados (Lucas 20:9-18), el dueño de la viña mando a su hijo y los labradores lo mataron, lo exterminaron para que no mandara en ellos. Entonces el dueño de la viña traerá a unos labradores fieles y quitará a estos, los eliminará; y estos labradores cuando oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre! Pero el Señor les dijo: “Quien caiga sobre esta roca será quebrantado, y sobre quien caiga lo desmenuzará”. Algunos equivocadamente piensan que el Dios que adoran es un dios que cuelgan ahí de alambre. El Dios que usted y yo adoramos es un Dios vivo. No es un alambre ni un escapulario colgado en el pecho, es un Dios que tiene un trono en los cielos que tiene ojos y mira, Él lo está viendo en todo momento, es un Dios que oye, un Dios que palpa, es un Dios que bendice, un Dios que levanta.
 
 “Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: ¡Dios nos libre! Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo? Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará”, Lucas 20:16-19. ¿Qué está hablando esta parábola? Que Dios no puede admitir inútiles, que Dios no puede admitir excusas, cuando decimos: “Yo no hice porque no pude”, “no puedo”, estamos diciendo “No quiero”. Hay gente que se la asigna algo tan sencillo como barrer o limpiar el templo,  y no lo quieren hacer.
 
Si yo voy entrando al templo y veo que la persona encargada de limpiar ese día no llegó por alguna razón, entonces yo limpio, y cuando me doy cuenta, hay diez o más limpiando, pero a ellos no se les había ocurrido, pero ellos no estaban para eso, todos estamos para hacer lo que honre a Dios. Que se rompió un tubo, yo tengo que preocuparme para que el agua del templo, no se desperdicie, yo mismo voy a comprar lo necesario para arreglarlo; no espere que llegue otro. Si se va la luz en el templo, se va a quedar sentado con los brazos cruzados echando su siesta, salga corriendo para la tienda a comprar una vela, salga a buscar una lámpara, ¿o no es parte de la Iglesia? Hay gente que parece que fueran invitados, y pasan los años y siguen de invitados.
 
Veamos ahora en la parábola de la higuera estéril, leemos: “Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después”, Lucas 13: 6-9. En la Iglesia hay creyentes que no quieren responsabilidades, no tienen compromisos con nadie ¿Qué hace entonces ahí? Es una mala hierba que no da fruto y que se está comiendo la sabia de la tierra. El dueño de la viña tipo del Dios a quien servimos, y el viñador tipo del Espíritu Santo. El dueño de la viña le dice al viñador: “Mire hace tres años yo vengo a este templo a buscar frutos en el hermano y la hermana, y no encuentro sino hojas, chismes, pleitos, celos, contiendas, envidias, robo, rapiña, deseos de adulterar, deseos de fornicar, pero no le veo frutos de ninguna clase.
 
Y córtalo es, mátalo, porque si en un árbol se le pasa la sierra o el hacha se muere. El Señor está diciendo: He venido a buscar fruto y siempre lo encuentro igual, rebelde, desobediente, abusivo, murmurador, hablador, peligroso, y se le aconseja y él sigue igual. Pero el viñador, tipo del Espíritu Santo, le dice al dueño de la viña: Espérese déjele otro año, si da fruto, bien ¡Gloria a Dios porque dio fruto! Yo lo voy a abonar, le voy a quitar la maleza, a echarle una fumigada, le voy a dar otros consejos, si no da fruto Señor, córtala.
 
Amado, van a haber hombres corruptos que van a entrar a las Iglesias enviados por el diablo, a ver a quien tumban, a quien enredan, a quien dañan, y van a haber mujeres que también van a entrar a lo mismo. Sepa también que una de las funciones del satanismo en la tierra es enviar instrumentos perversos para ver si caen los hombres, pero ¡Hay poder en la sangre de Cristo! Que mientras la espada este en las manos del Pastor de la Iglesia, bien afilada, no hay lobo que aguante, no hay instrumento del diablo que aguante.
 
Si no da fruto, este seguro que el Señor le va endurecer su corazón y usted ya no va a sentir ningún deseo de ir a la Iglesia y se va a perder, porque Dios le ha dado una gran oportunidad. Quiera el Señor que usted tenga frutos, que le hayan salido renuevos, que le hayan salido nuevas ramas, nuevas flores, que le hayan salido nuevos frutos para engrandecer la Obra de Dios.




                                           

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